Wednesday, September 09, 2009

EGIPTO (SEXTA PARTE)







A estas alturas me encuentro en la estación de buses de Luxor esperando el transporte que nos llevará luego a la terminal principal, vuelvo a identificar las voces hispanas que reconocí en Abu Simbel y es la misma pareja de mexicanos que se dirigen al igual que yo a la población de Sharm El Sheik, famoso por hoteles de lujo y por buceo. Trato de viajar despierto para poder ver el canal de Suez pero el sueño me vence y antes de que me dé cuenta ya estoy en la estación de buses de Sharm el Sheik, uno de los mexicanos que a estas alturas del viaje ya es un experto en regatear consigue un buen precio para llegar a la población de Dahab que en la actualidad es un centro hippie también con una fuerte vocación para el buceo. Dahab está llena de sorpresas entre ellas que el agua potable es agua de mar por lo que el estereotipo del mochilero asqueroso y apestoso esta vez se cumple y luego de negociar con Jimmy (realmente dudo de que ese fuera su verdadero nombre, pero es mejor que Felipito el de mafalda que le pusieron mis, ahora compañeros de viaje) nos consigue transporte de ida y regreso hasta el monasterio de Santa Katherine.
La estancia en Dahab durante un día da para todo, comer decentemente a precio razonable e incluso conocer a carolina, una compatriota fotógrafa en un restaurante (la volveré a ver entrevistada, en un noticiero después de los atentados a un ferry en Dahab).




La hora de la salida al Sinaí son las once de la noche, nos espera un automóvil Peugeot más parecido al que usaba el detective Columbo, ahí nos aprisionamos seis personas, al ver que nadie toma el puesto de pasajero lo hago rápidamente yo por lo que me apodan por el resto del viaje como el Maharishi (pinche Gerardo ese es el mexicano, y la joven se llama Leyda), alguna vez han escuchado que en el desierto hace frio por la noche? Bueno es totalmente cierto y cuando vas en el asiento de adelante con ropa cómoda para subir el monte en el que Moisés recibió los diez mandamientos, recibes toda la brisa de la noche. Seamos claros, el recorrido comenzó a las 11 de la noche y llegamos aproximadamente a las 2:45 de la mañana, de ahí al pie de un monasterio ortodoxo caminamos en la más absoluta oscuridad un ascenso de 1570 metros de altura, asi que cuando les digo que estaba frío sé exactamente de lo que hablo. El ascenso comienza a las 2:45 de la mañana, durante el trayecto vemos turistas Israelís orando en hebreo antiguo mientras suben trotando y termina casi con nuestras tripas afuera a las 5:30 nos ofrecen unas mantas pero con la agitación ni frio se siente ya, al menos por unos 10 min, luego hay que alquilar la manta pues e frío como mencioné antes es pa’ machos. Ahí estamos cuando el amanecer se nos revela y nos damos cuenta que después de días de fiebre faraónica, dormir con incomodidad subir caminando un monte en medio de la madrugada son cosas menores, que no hay más bello espectáculo que el de la naturaleza y que Dios de su propia mano entrego en ese lugar sagrado el manual de funciones más antiguo en la historia de la Gestión Humana.



El Amanecer desde el Sinaí, todo valió la pena al final


Con las otras sardinas de la lata que nos trajo


Gerardo y Leyda en Primer Plano


Para que no digan que lo vi en otro Blog


El sol ha salido y luego de descansar la larga caminata y admirar el paisaje bajamos en muncho menos tiempo y caemos en la cuenta de que por rechazar a los guías nunca se nos indico la ruta correcta que se pudo haber hecho en menos tiempo, abajo al llegar nuestro transporte ya ha hecho arreglos para dejarnos en la carretera para tomar nuestro autobús al Cairo y el hacer otro transporte ante nuestra negativa nos lleva a Dahab nuevamente de mala gana casi tirando mi equipaje en el desierto amarrándolo mal adrede.
Ya en Dahab Jimmy nos consigue pasajes en bus para regresar al Cairo, desaparece misteriosamente sin saber por qué, y solo somos conscientes hasta que vemos los lugares al final del bus que nos consigue, es un viaje largo e incomodo hasta el Cairo y después de acomodarnos los tres en un buen hostal tratamos de descansar, sin mucho entusiasmo por regresar al Cairo compro al día siguiente los tiquetes del tren para ir a Alejandría el mismo día, me despido del improvisado grupo de viaje mucho antes de salir dado que desean ver una vez más el museo Egipcio antes de ir a Grecia y me embarco en un tren para recordar nuevamente el significado de viajar cómodamente, ahora me dirijo a Alejandría la ciudad que Alejandro Magno mando a construir y nunca vivió para ver.

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